Amistades rotas
Hoy se fue otra persona de mi vida, una amiga de muchos años que yo quería como familia. Hoy, después de mucho tiempo de insistir para que la amistad funcionara, decidimos cada una ir por lados diferentes.
O sea, más que nada ella me dijo que no quería ser más parte de mi vida porque no le gustaba mi energía, que ya le cargaba y se sentía incómoda. Que no estaba con ánimos para escuchar mis problemas ni estar ahí para alguien que no fuese ella y lo entendí. Me dió pena, obvio, pero lo entendí.
No puedo culpar a alguien por querer enfocarse en si mismo cuando yo estoy pasando por un proceso parecido. No puedo resentir a alguien por priorizar su vida.
Lo que si, me dió pena que en lo último que me dijo no rescató nada positivo de la amistad. No rescató las veces que estuve ahí para ella, las veces que le dije las cosas de frente, las veces que me preocupé por su bienestar. Tampoco se dió el tiempo de conversar conmigo antes para arreglar la amistad ni de ver en qué parada yo estaba... No ha conocido mis avances porque nunca me dió la oportunidad de presentárselos.
Solo rescató que yo la bombardeaba con mis cosas y que no quería saber nada más de mi tóxica vida.
Y está bien, no puedo pedir ni rogar la amistad de nadie, ni el cariño ni la preocupación. Tengo que aceptar que las personas somos distintas, que pasamos por procesos diferentes y que quizás lo que es importante para mi, no lo es para los demás.
Le deseo lo mejor, que siga avanzando, que siga siendo feliz.