tú y tu oficio


Ahí estás tú, sentado en tu escritorio y haciendo eso que sabes hacer, eso que llamas escribir. Mientras tanto yo me dedico a escribirte, algo que no hice nunca, ni siquiera cuando estábamos de novio. Te confieso que me siento rara al hacerlo, no conozco tantas palabras como tú, nunca pude terminar de leer un libro, mi pereza solo deja que lea las primeras dos hojas antes de cerrarlo de nuevo (eso ya lo sabes)
Pero hoy me atreví a invadir tu espacio, tu escape a la realidad, que tienes la suerte de tenerlo en casa. Quiero descubrir esa inspiración que tanto hablas y con suerte percibirla para que me ayude a escribir esta carta.
Estoy sentada hace diez minutos y aun juego con mi lapicera, no consigo escribir. Te observo, observo el cuarto y tal inspiración no la siento, solo me doy cuenta que las paredes necesitan una mano de pintura, pero que clase de carta sería si te escribiera lo que le hace falta a este cuarto.
Ahora balbuceas, no puedo escribir lo que dices, estas escribiendo y borrando, guardas un archivo y vuelves a abrir uno nuevo. Creo que hoy la inspiración está ausente.
Después de haber estado una hora sentado te paras solo para abrir la ventana, tomas un sorbo de café, pienso que debe de estar frío porque te lo traje apenas subiste, si, está frío, frunciste las cejas y sacaste la lengua como cuando algo no te gusta.
Te vuelves a sentar y comienzas a leer en vos alta.
Nunca me imagine que fueras tan romántico, recuerdo nuestra juventud, cuando éramos dos tórtolos inseparables pero no eras así, tampoco en ese entonces.
Ahora me pregunto, de donde sacas ese romanticismo, esas palabras, cuando muy rara vez te escucho decirme “te quiero”.
Termine de escucharte y entendí que existe un motivo para que te escriba y eso que lo hacía sin motivo alguno. Quiero entender este mundo que tienes, entender porque pasas tanto tiempo en este cuarto y descubrir esa inspiración y tranquilidad. Saber que haces con lo que sientes.

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