Por falta de libertad


Y eme aquí encerrada en una cárcel donde el incapaz de decidir por uno mismo es el prisionero. El porqué del encierro son los celos y las ganas de ser libre es a causa de querer amar y ser amada.
Y es estar aquí sola, en un ambiente denso donde predominan los gritos y la frustración de no poder ser escuchada, entendida, acogida.
Se retuerce el estómago, duele el corazón. Cristales saladas trizan las mejillas y la sangre hierbe dentro de las venas a punto de estallar.
Parecen impulsos venenosos los cuales reflejan su oportuno efecto entrando en deseos que cegan en su trayecto. Amenazas llegan por todas partes y finalizan en miedos incontrolables.
Restricciones que terminan en odio, dolor que termina en búsqueda de la cura. Lástima que la cura sea la droga prohibida, el fruto que no se puede retirar del árbol, el silencio que nos distancia de la Felicidad.
Dos venenos letales que por no ser felices tratan de que los demás no lo sean, dos serpientes que apelan a la autoridad para manipular los sentimientos de quienes están bajo su poder, encadenan a inocentes y les privan el derecho a ser felices.
Se alimentan de la desdicha de los demás, crecen con el sufrimiento ajeno. Pero no se dan cuenta de que mientras más amarran más se les escapa de las manos la situación en la que viven. Se hunden solos junto con su barco, se mueren por dentro llenos de ira y pena, no disfrutan lo que tienen y tampoco a ellos mismos.
Se amarran al dinero y la desdicha ajena, se apoyan en el silencio para no afrontar su falta de libertad.

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