Las cosas siempre cambian cuando no se está remando para el mismo lado.


Sabes, en este minuto estoy sentada mirando el mar, sintiendo la briza en mi cara y recordando el día que hice lo mismo a tu lado. Lamento haberme ilusionado con que podíamos haber llegado a ser algo más de lo que fuimos. 

Ya te lo he dicho anteriormente, sé que fui yo la que comenzó con la traba de no querer nada serio con nadie, pero tu forma de ser y tu trato hacia mi lograron que bajara la guardia al punto de desarrollar sentimientos por ti. 

Hechos como cuando me decías que viajáramos juntos, tus ganas de conocer mi mundo y lo que me gustaba, el impulso que me entregabas para ser mejor cada día, tu manera de ver la vida y tus ojitos al mirarme con esa sonrisa que tienes, hicieron que cada día me gustaras más.

Me encantaba que me dijeras cosas lindas, que me mostraras interés. Vernos todas las semanas, aunque fuese un momento, me hacía muy feliz. No tienes idea lo bien que me hizo conocerte. Lo mucho que me ayudaste a volver a creer en mi, a querer dar lo mejor sin reclamos. 

Y es que en ti conocí a alguien diferente a todo aquel que conocí anteriormente. Eres una persona excepcional; nunca te rindes, sabes tratarme, te gusta probar cosas nuevas, eres honesto y lo que más me gusta de ti es que tienes ambiciones. 

Desde el primer día me sentí confiada a tu lado. Me encantaba que me hablaras de tus sueños, de tus metas, de lo que te gustaba y lo que no. Me acostumbré rápidamente a tu tacto, a tu voz, a tenerte cerca.

Pero no es necesario que te lo repita, tú sabes porque me gustas, por qué te quiero. Te lo he dicho mil veces.

Lo que no sabes es que me dio mucho miedo aceptar mis sentimientos. Fue un proceso en el cual no los quería reconocer porque iba a parecer hipócrita y por otro lado tampoco quería salir herida. Pero terminé por aceptarlos diciéndote con mucho miedo lo que me estaba pasando, sobre todo después de que me dijiste que no podías sentir nada, aunque tu mirada me decía lo contrario.

La verdad es que no sé qué pasó. No sé qué hizo que nos distanciáramos tan de repente. ¿Fui yo? ¿Tenías miedo? ¿Conociste a otra? 

En el instante en el que noté que no eramos los mismos me asusté porque no te quería perder. No quería perder esa hermosa relación que habíamos construido. Por eso que te pedí de conversar. 

Tonto fue de mi parte haberme ilusionado. No tienes una idea lo que me dolió cuando me dijiste que solo me veías como amiga y que no estaba en tus planes comprometerte con nadie más que tu mismo. Algo provocó en mi esa conversación, una confusión, un alza en mi guardia. 

Ahora extraño lo que éramos, te extraño. Pensé que podrías haber llegado a ser el compañero que ando buscando, pero me di cuenta de que eres de las personas que prefieren estar solas. Parece chiste que cuando yo estaba preparada de incluirte en mi vida, tú ya no estabas interesado en serlo y cuando tu me hablabas de ir a tus tierras yo no quería porque me inundaba el miedo.

No niego que me hubiese encantado que me dieras una oportunidad de ser algo más que tu amiga. Si bien nunca nos comportamos como solo amigos. Y no creas que mi felicidad depende de ti, no, al contrario, solo la complementabas. Me gustaba compartirla contigo y que tú compartieras la tuya conmigo. 

A veces creo que llegaste en el momento equivocado, otras que llegaste en el momento justo. Pero en este minuto, siento que eso ya no importa, que no hay nada más que hacer. Que las cosas siempre cambian cuando no se está remando para el mismo lado.

Entradas populares de este blog

12 de Febrero

Tú vienes Cuando Menos te necesito, te vas cuando estoy dispuesta a no perderte más.

23 de febrero