El vuelo más difícil

Sentada en el sofá, con la mente como un torbellino entre el qué pasaría, el cómo lo haría y el por qué lo estaría haciendo. Me iría por mi? por ti? por mi familia? Quizás un poquito de todo o un poquito de nada. 

Lo único que quería era un abrazo de mi abuela, un besito en la frente y algo que calmara mi ansiedad. El departamento ya lo había entregado, la maleta y los bolsos ya estaban sobre el sofá del living de la casa de mis papás y el vuelo se acercaba. Quería llorar a mares, gritar y descargar mi frustración en algo pero solo pude levantarme y ahogar mis penas en un abrazo unilateral que le di a la Nina, ella solo podía lamerme, pero servía para poder mantener la calma. 

Mis papás me preguntaron si estaba lista, les dije que si aunque ningún pelo de mi cabeza estaba listo para tal paso. Me iría lejos de mi familia, mis amigos, mi perrita. Me iría lejos de la gente que más quiero para estar cerca de una de las personas más importantes en mi vida y lo valía, además, que un pensamiento en mi cabeza retumbaba: vas a poder despejar tu mente de recuerdos que te vienen con cada paso que das en esta ciudad. 

Agarré mis bolsos, los dejé en el auto y partimos al aeropuerto. Más de 4 horas estuve ahí esperando a que me dejaran pasar la maleta y pasar aduana. Me tenía nerviosa, ansiosa. Lo estaba tomando como una señal de que me tenía que quedar y que estaba tomando la peor decisión de mi vida, pero lo logré, después de horas parada en esa fila me dejaron pasar y todo fluyó como tenía que pasar. 

En la espera de subir el avión me puse los audífonos y comencé a escuchar esas listas de reproducción que me traen entre pena, paz y cariño. No pude aguantar llorar, estuve así todo el vuelo. Escuchando cada una de esas canciones, poniéndole atención a cada palabra que se cantaba, deseando que las cosas hubiesen sido diferentes. 

"El vuelo más difícil que he tenido que tomar" me decía a mi misma. Quería también que el avión se cayera y morir en un accidente porque ya la pena me estaba consumiendo. No quería seguir sintiéndome así. Una sonrisa y una nariz aparecían en mi mente, una en específico. Un tacto, un abrazo y un besito a la frente de despedida también lo imaginé. 

Las lágrimas no dejaban de caer y mojar mi mascarilla, mi corazón ya estaba en guerra y marchito. 

El otro día le confesé a un amigo que del 100% del tiempo, un 85% estaba mal y no lo podía creer. Me dijo "si no me decías, no me daba cuenta". Y es que entre rollers y baile me he refugiado, poniendo mi cabeza en otra cosa. Mi psicóloga me ha dicho que hacerle el quite no me va a ayudar en nada, que obviamente en ciertas ocasiones voy a explotar como ya lo he hecho, pero no sé como manejar la situación. No sé como seguir mi vida normalmente sin ser perseguida y confiando en los demás. 

Ya no confío en casi nadie, hasta he dudado de la palabra de gente que conozco hace años y eso es solo resultado de un corazón herido, de un alma derrotada, de un cuerpo vacío. 

Llegué al departamento de mi abuela y su abrazo me reconfortó, fue un sentimiento súper agradable, las energías volvían a llegar a mi cuerpo. No del todo, pero lo suficiente para ponerme feliz. 

Espero que cada día se vuelva más fácil, que los cariños de mi abuela me curen el alma y las conversaciones que tengo con ella me faciliten el volver a confiar en la gente y no tener miedo de volver a salir herida. 

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