Cuando haces un duelo
Lento y doloroso fue el proceso, la distancia física solo ha aumentado el recuerdo de una breve e intensa historia.
Son días grises, fríos y nublados, no puedo ver ni pensar bien. Escuchar nuestras canciones me lleva a una época de risas, cariños y un sentimiento tan fuerte que por más que lo haya estado evitando, sigue ahí. Sigue putamente ahí el latido de mi corazón diciendo a gritos que aún no me pertenece, que sigue estando un pedazo en otro lado, que no está completo.
Los sueños delatan, ahí están presentes los protagonistas de una corta historia de amor, locura y desamor. Ahí están presentes las risas, los llantos, las peleas y los miedos. Aún la traición se sigue viviendo a cada segundo, está latente. Él diciéndole a ella lo traidora que era, ella diciéndole a él lo traidor que fue. Dagas se tiran a través de las miradas y los cortes se generan a través de cada palabra hiriente que se dicen el uno al otro, una pared se construye con cada mentira que se pronuncia, como si cada una fuese un ladrillo indestructible.
Luego esas dagas, esas miradas, esas palabras son transformadas en besos y abrazos que se entienden solos. Tormentas mentales que cesan por unos segundos con compañía y cariño; y luego, vuelve a comenzar todo otra vez.
No sé si lo vuelva a ver, no sé si volveré a escucharlo una vez más, la última vez ninguna palabra salió de su boca. No sé que pasará si eso llegase a pasar, espero que para ese entonces, si ocurre, mi mente esté clara y en paz; que mi corazón esté cicatrizado y a prueba de balas.
Esto es un golpe al silencio, sin plazo.
Porque cuando alguien te sacude como un terremoto y logra desplomarte, débil quedas. Cuando genuinamente llegas a amar a alguien con todo tu corazón es imposible sacarlo de ahí, solo logras aprender a vivir con el recuerdo.
No se podrá ir juntos a la par, pero las ganas de que esté bien y siga cumpliendo sus metas están.